Por R. Aideé Aguilar Esquivel
Trabajo en el centro de la Ciudad de México, muy cerca de Bellas Artes. Cuando salí de mi trabajo para ir a comer y al caminar hacia la Av. Juárez escuché que alguien dijo: «ahí vienen las feministas», «vienen fuertes». Me detuve en frente del Hemiciclo a Juárez, sí, ese que tanto resguardan como si fuera más valioso que alzar la voz, más valioso que las vidas de miles de mujeres violentadas todos los días.
Bueno, decía entonces que me detuve frente a ese inútil monumento y vi cómo dos personas pasaban en una motoneta, un hombre adulto era el que manejaba, su acompañante atrás, era un adolescente varon, lo digo porque llevaba puesto el uniforme de la secundaria y una mochila, él iba grabando con su celular. Pasaron por donde yo estaba esperando a las compañeras en lucha y, escuché que el adolescente regresaba a grabar con su celular y al unísono grataba: «ahí viene la marcha de las locas».
Al ser consciente de todo este colage de sandeces me puse a reflexionar cómo las personas que se resisten a nombrar, visibilizar que existe una violencia muy específica hacia nosotras las mujeres, violencia sistemática y estructural, han creado un ideal, una narrativa de miedo y aberración hacia las manifestaciones en contra de la violencia patriarcal.
No es algo exclusivo de México, sucede en todas partes del mundo donde se intenta visibilizar la violencia. Por ejemplo, en Irán, la represión que hay en contra de la violencia histórica del régimen iraní hacia las mujeres, es un claro ejemplo de la respuesta gubernamental ante la liberación femenina.
Algo que debemos de dejar en claro también la doble moral de las sociedades porque cuando cuando nos damos cuenta de están violentando a otras mujeres en otras partes del mundo, nos indignamos y nos pronunciamos, pero cuando vemos en nuestra cercanía que eso también pasa, ahí recriminamos a quienes alzan la voz y exigen justicia.
Ahora bien, la narrativa de miedo ante las manifestaciones ha provocado a satanizarlas, cuando en la realidad las manifestaciones en general, ya sea de trabajadores ante condiciones laborales precarias, ante el maltrato animal, ante el cambio climático, ante el alza de precio de canasta básica, ante desapariciones forzadas etc., siempre han seguido los mismos comportamientos en una manifestación; sin embargo, satanizamos y vemos todo mal cuando las mujeres alzamos la voz.
Entonces, desde ahí seguimos viendo que se quiere ejercer un control total hacia nosotras, que nos quieren legitimizar y silenciar. Por ello es primordial ejercer un papel crítico, empático y de respeto hacia todas las luchas que buscan mejorar a la humanidad. Es una labor grande y compleja hacer entender que debemos seguir luchando y exigiendo justicia en esta y en todas las sociedades.
Es desconcertante escuchar que las marchas feministas son un peligro. Cabe aclarar que sí son transgresoras y eso está bien, porque solo así podemos transformar nuestra sociedad.
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