El silencio familiar: perpetuando el abuso sexual y el incesto

¿Por qué somos las niñas y mujeres las que tenemos que sentir vergüenza por lo que nos pasó, sin que ellos sientan vergüenza por lo que nos hicieron?

por Lorena Ríos

Por Lorena Ríos

Hace algunos años, Verónica creó un grupo familiar para informar que, después de más de tres décadas y muchos años de terapia, necesitaba decirnos que su tío abusó sexualmente de ella cuando era niña.

Nadie contestó nada, a excepción de una prima suya que opinó que era muy valiente de su parte alzar la voz. En tanto que otras dos primas le escribieron en privado para decirle «a mí también me pasó, pero fue otro tío – hermano del primero-«.

El tema pareció quedar en el olvido por algunos años más. Recientemente Verónica volvió a su ciudad natal y durante su estancia notó una interacción extraña entre el segundo tío y una niña de la familia (sobrina-nieta del susodicho), así que decidió poner su inquietud sobre la mesa, nuevamente en un grupo virtual familiar: «Creo que el tío podría estar abusando de (otra pequeña)».

¿Qué hizo la familia? ¿Se preocuparon por ella? ¿Se fueron contra el tío en cuestión? ¡No! Se fueron todos contra Verónica: «¿Qué necesidad tienes de ventilar esas cosas?», «¿Para que lo dices en el grupo, donde hay familia política y externa? ¿Qué van a pensar de nosotros?», «Lo que pasa es que tú estás traumada por lo que te pasó, que ves cosas donde no las hay», «Qué empeño tienes en seguir hablando de algo que ya pasó hace muchos años», «Nada más quiere llamar la atención».

Para respaldar su duda expuesta, Verónica les comentó que dos primas le habían comentado en confidencia haber sido abusadas por él, y que por eso ahora estaba preocupada por esa pequeña.

¿Qué hizo la familia? ¿Se preocuparon por las otras dos primas cuyo nombre no fue expuesto? ¡No! Siguieron agrediendo a Verónica: «No dices sus nombres porque lo estás inventando».

Esa tormenta de comentarios acabó por hacer que Verónica abandonase el grupo… y probablemente también a la familia.

Pues bien…

A mí me pasó lo mismo. Nunca hablé de eso con nadie, excepto hace un año, con Verónica. Ella no dijo mi nombre y soportó la furia y el prejuicio de la familia mientras yo, cobardemente, me quedé callada, temerosa de que me trataran como a ella, de que no me creyeran.

Pensé, días después, en dejar de lado esa vergüenza y alzar la voz. No dije nada. En ningún momento. Hasta hoy. Aquí:

Un hermano de mi mamá abusaba de mí cuando era niña. Mi mamá y al menos una tía lo supieron, pero nadie hizo nada.

Me dijeron que no se lo dijera a nadie y que procurara no quedarme sola con él. Yo tenía como 3 o 4 años ¿Y yo era quien debía tomar medidas para cuidarme? ¡¿Y callarme?!

Era tan pequeña que no sabía que eso estaba mal. Simplemente acepté lo que me dijeron e hice lo que me ordenaron. Callé y evité estar con el tío, en tanto veía que él se llevaba de paseo a mis hermanos y otras primas (sí, aún sabiendo lo que me hizo, lo dejaban cuidar a los demás niños y niñas), y yo tenía que callarme y evitar estar cerca de él. Soportar cuando niña la etiqueta de «mimada» porque no jugaba con ellos y me quedaba junto a mi papá y mi mamá. Soportar cuando adolescente la etiqueta de «amargada» porque no quería salir con ellos cuando estaba él, ni quería asistir a los eventos familiares. Porque yo tenía que callarme y evitar estar con él. Soportar la admiración y el cariño que le tienen mis hermanos y no poderles decir lo qué él realmente es, lo que me hizo y lo que después supe que le hizo a otras niñas (de la familia y externas)… Y yo callada, porque así me dijo mi mamá y fue como un hechizo que no he podido romper y hablar de esto con alguien más.

Esto, lamentablemente, NO es sólo en mi familia ¿Cuántas familias no existirán en esta situación? ¿Cuán común es decirle a las niñas «no se lo digas a nadie»?

Callarlas a ellas, liberarlos a ellos.

¿Por qué somos las niñas y mujeres las que tenemos que sentir vergüenza por lo que nos pasó, sin que ellos sientan vergüenza por lo que nos hicieron?

¿Por qué nos prohíben señalarlos y avergonzarlos? ¿Por qué nos impiden someterlos al escarnio y acabar de una maldita vez por todas con esa cadena de abusos dentro de las familias? ¿Por qué son las propias mujeres de nuestra familia quienes nos amordazan? Las abuelas, las madres, las tías. ¿Por qué los dejan ser felices y nos obligan a que callemos nuestra tristeza, sintamos culpa y dejemos crecer por dentro semejante trauma?

Debemos romper ese círculo que tanto daño le ha estado haciendo a millones de mujeres, por siglos, en familias de todo el mundo.

Debemos poder levantar la voz y decir «Él me violó» y dejar que sea juzgado, procesado, etiquetado, excluido, lo que sea que le pase como consecuencia de sus actos.

Debemos creer en nuestras niñas y  defenderlas. Debemos exigir justicia y enseñarles a ellas que no es su culpa, que deben alzar la voz, brindarles apoyo y acompañamiento para la superación de esos sucesos.

Tenemos que protegerlas A ELLAS. NO A ELLOS.

 

Foto de INAMU

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