Las feministas y el minotauro

Las feministas seguimos luchando por nuestro derecho al libre desarrollo de la personalidad, por nuestra intimidad, autonomía física y salud reproductiva, por la supresión de privilegios y la reducción de asimetrías sociales

por Paloma Cecilia Barraza Cárdenas

Por Paloma Cecilia Barraza Cárdenas

Tantos siglos, tanto mundo y la dignidad de las mujeres sigue siendo un pensamiento de último minuto en la agenda política mexicana, añadido a una mitología androcentrista por simple vergüenza cinética. El viento que recorre los rincones de nuestro país, al fin va impregnado de un murmullo de igualdad de género, aunque el suspiro esconde un triste selectivismo, una especie de feminismo ‘a la carte’;. Consciente o inconscientemente, cuando decidimos no apoyar las causas feministas, somos presas de nuestros propios sesgos, tanto personales como culturales, los cuales, edifican los muros entrecruzados de un laberinto social diseñado para atraparnos indefinidamente en el pasado.
La ciencia y la tecnología avanzan tan rápidamente, que transforman nuestras realidades y entornos de manera inherente en la búsqueda hacia “un mejor futuro”. No obstante, los derechos de las mujeres siguen estancados en el tiempo,
intentando salir de un laberinto machista por diseño, mientras la vida contemporánea nos pasa de reojo, con la capacidad de reconocer las realidades circundantes, pero sin empatía.
A pesar del avance en la lucha histórica por nuestra emancipación en todas las esferas sociales, la despenalización del aborto es todavía la elefanta incómoda en la habitación de muchos estados de México. En un país dónde las mujeres vivimos
la inequidad y la violencia de género con una cotidianidad alarmante, perpetuar el ejercicio del Poder sobre nuestros cuerpos es un acto violento por sí mismo. La falta de acción es una postura firme ante las desigualdades y, nuestras realidades conservan parámetros legales que van en contra de la corriente internacional impulsada por la perspectiva de los Derechos Humanos, visibles en las decisiones políticas con respecto a la descriminalización del aborto. Lamentablemente,
todavía nos cuesta mucho entender algo simple: el debate sobre el aborto no debe versar sobre su naturaleza ética, pues, centrar la discusión en la determinación de si es “bueno” o “malo”, cierra las salidas del laberinto y la subjetividad se convierte en el más peligroso de los Minotauros.  El aborto no se trata de opiniones ni de experiencias particulares, es un
tema de derechos con grandes consecuencias políticas. Es un tema de igualdad de género, salud pública, y justicia social. Por tanto, regresar el debate a los dominios de lo jurídico y alejarlo de la subjetividad de los dogmas es fundamental para avanzar. La discusión debe situarse en la importancia del reconocimiento del derecho de las mujeres a decidir sobre nuestro cuerpo. Es así de simple: la agencia sobre la propia corporalidad.

En México, la Suprema Corte de Justicia de la Nación declaró la inconstitucionalidad de la penalización del aborto en septiembre de 2021. Sin embargo, en la mayoría de las entidades federativas, como es el caso de Durango, no se ha armonizado todavía la legislación para descriminalizar la práctica. Esta omisión intencionada, acompaña las narrativas que continúan violando tajantemente la autonomía y libertad reproductiva de miles de mujeres y personas gestantes. El camino de la justicia en Durango sigue brillando por su ausencia: El corazón de México no sólo está perdido, sino también a punto de rendirse en el olvido. La voluntad política sigue buscando, sin éxito, un mapa para escapar del callejón de la ignorancia. La hegemonía eclesiástica continúa bloqueando nuestras rutas de escape y permanece infiltrada entre la traza de un
Estado disfrazado de laico.
Es inaudito cómo el colectivo conservador mexicano decide seguir argumentando hacia un camino sin salida y en contra de un enemigo sin nombre. Se denuncia fuertemente al aborto como el enemigo, pero ¿de quién?, ¿qué es lo
que se quiere conservar al truncar los derechos de las personas gestantes? La criminalización del aborto conserva únicamente las tasas de mortalidad por su práctica clandestina y el acceso inequitativo a los servicios de salud, como
evidencia de las múltiples brechas sociales en un México desigual.
El amparo es una ventana en el laberinto, sí, pero no refleja igualdad en su edificación. Por ello, las feministas duranguenses seguimos luchando por nuestro derecho al libre desarrollo de la personalidad, por nuestra intimidad, autonomía
física y salud reproductiva, por la supresión de privilegios y la reducción de asimetrías sociales. Seguimos luchando para destruir estigmas y estereotipos, así como para combatir todas las formas de discriminación social y de género. Por
nuestras ancestras, por nuestras hermanas y por las futuras generaciones, intentamos deconstruir el laberinto a toda costa.
El Minotauro debe morir, no hay otra forma de salir del laberinto. No podemos esperar más el “heroísmo” de un Estado que relega nuestros derechos. El supuesto defensor no ha cumplido su encomienda, pues, lejos de matar a la
bestia, se ha vuelto cómplice en su imperio patriarcal. Somos entonces, las guerreras feministas, quienes tendremos que matarlo. Juntas, somos arma y escudo, para que nunca más nos obliguen a parir.

 

Foto vía feministas UAM de Xochimilco

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