Por Mayra Martínez Pineda
En 1960, en Nueva Orleans, cuatro oficiales del Tribunal Supremo de los Estados Unidos tuvieron que escoltar a una niña de tan sólo 6 años hasta el Colegio Público William Frantz.
¿La razón? A esa pequeña la esperaba una multitud enardecida de gente que gritaba su nombre con amenazas denigrantes.
Hubo quien tenía un pequeño ataúd con una muñeca con características similares a las suyas, como amenaza directa de muerte, ante la mirada de conformidad de quienes ahí se pronunciaban.
Ruby Bridges, era esa pequeña, con su mejor vestido y bien peinada, caminaba a su escuela, mientras los oficiales la acompañaban. Los oficiales portaban listones con la descripción de haber sido enviados por el Presidente para proteger a la niña. Era la primera vez que una niña de raza negra iba a recibir clases en una escuela considerada sólo para personas blancas; su madre había ganado un juicio al respecto, ya que su hija obtuvo su lugar luego de rígidas pruebas de ingreso impuestas con mayor severidad a la población de color. La gente de esa época, era racista a niveles crueles y consideraba un acto abominable que la pequeña se “mezclara” con niñez considerada privilegiada.
Aquella niña de 6 años entró al final en la escuela, pero también en la historia de la lucha por los derechos humanos.
Cada vez que veo esa foto, y escucho sobre la pequeña Ruby, siento un profundo dolor e indignación; ¡cómo era posible vivir en sociedades con esas ideas! Cuánto sufrimiento y poca empatía había en ese mundo segregado por el color de la piel. Algo que nadie puede elegir, era determinante para la calidad de vida ¡qué vergüenza de ciudadanía!
Luego reflexiono sobre lo actual, pienso en los avances, la interculturalidad, la inclusión y los retrógradas que aún tienen esas ideas de discriminación, que exponencialmente se fueron a temas de género, clase social que se inventaron respecto a la relación de las personas con dinero, para considerarlas superiores, y cuán necesario es estar continuamente teniendo el tema en las agendas para eliminar todas las formas de discriminación.
Ruby, al convertirse en adulta, se dedicó a ser una activista pro derechos humanos reconocida, con una trayectoria valorada por el propio Obama, quien siendo Presidente de los Estados Unidos, le dio con humildad las gracias, ya que ella abrió paso a la inclusión de la comunidad afrodescendiente en los diversos espacios, ella y la valentía de las personas que eliminaron esas prácticas y decidieron apoyarla sin importar más, que los derechos humanos en igualdad.
Pienso mucho en la condición de la pequeña Ruby en los sesentas, una época llena de cambios y resistencias, donde ser negra, ser pobre y ser mujer, era una condena a padecer, lo mismo ahora sobre ser pobre, ser indígena y ser mujer, cuando no hay oportunidades.
Es por eso que historias como ésta no se deben olvidar, en verdad que si echamos un vistazo hacia algunas décadas atrás, qué mal estaba la humanidad; el provocar odio hacia otras personas, por el color de la piel, la preferencia sexual, la religión o la ideología política, deben ser considerados delitos que violentan la dignidad de persona. Es tiempo de formarnos como sociedades más civilizadas, porque seguir pensando que una sola idea es la verdad absoluta, sólo desenmascara la pobreza interior de gente que se quedó con las mismas ideas de quienes insultaron, aventaron objetos y trataron a toda costa de impedir el ingreso a una escuela a la niña Ruby, a ese nivel están y me parece que no quieren darse cuenta.
La discriminación por cualquiera de los asuntos mencionados, es el acto más cruel nacido de quienes se inventan privilegios que no existen y que crece en las mentalidades perversas.