En los 90´s, era una niña y había puestito de revistas al que siempre acudía con mi mamá por mis revistas. Ahí estaba ERES, el periódico local del día y el libro vaquero, esa diminuta revista blanco y negro de tamaño SELECCIONES, pero con un contenido erótico, gráfico y totalmente sexualizado en cada una de sus historietas. Ya en preparatoria, empecé a ver cómo se les terminaba esa diminuta revista sin color y también una revista de escándalos cuya portada siempre tenía a mujeres en bikini. La TV de paga, cada vez incluía más canales y más programas de índole sexual donde con mayor frecuencia, aparecían mujeres en poca ropa a las que se les hacía chistes, comentarios y hasta actuaciones gráficas y burdas sobre sexo.
No es la naturaleza mexicano burlarnos de todo lo que nos rodea y utilizar a las mujeres como una objeto a placer del entretenimiento. Con la llegada de la redes sociales y el efecto pospandemia, podemos notar que la sexualización y cosificación de las mujeres se ha agudizado. Esa apología de «el sexo vende», debería terminar. No podemos pagar y no se puede vender lo que lastimosamente es a costa del martirio de muchas mujeres. La chica del clima no debe ser un espectáculo anatómico o moda, los “talk show” no deberían ser una muestra de sarcasmo y burla hacia las y los entrevistados y quizá también esas revistas que consumen principalmente los varones, no deberían aparecer al lado de revistas para niños.
La televisón, el radio, la prensa escrita y ahora, las redes sociales, también educan. Educan en una cultura de la misoginia y enteramente de tinte patriarcal, donde el hombre es el protagonista y la mujer un accesorio con un sensual vestido que le acompaña. “La televisión es un reflejo de la sociedad en la que vivimos y un aparato ideológico que construye realidades, idealizaciones y que contribuye a crear ideas de lo que está bien y lo que está mal”, señala, Amneris Chaparro, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Es inconcebible que a pesar de la documentación y denuncia de los cientos de casos de mujeres que han sido ridiculizadas, acosadas, sexualizadas y cosificadas en televisión nacional, incluso en contra de su consentimiento, nadie haga nada. Trivializar la violencia de género hacia las mujeres a través del entretenimiento, no puede seguirse permitiendo.
Sin consentimiento de las audiencias, con un natural acoso disfrazado de “es broma, pero si quieres no es broma”, el contenido que vemos por todos lados “vende” principalmente a las mujeres como un producto cuyo mercado se dirige a un público con las más pervertidas intenciones que deja claras y normaliza sus conductas a través de morbosos encabezados en los noticieros de mayor auge. Ahí tenemos, todas y cada una de las fantasías hechas realidad. Desde el tipo que te acosa en el trasporte público, hasta el compañero de trabajo cuya risa burlona después de verte con el mismo uniforme de la empresa, no es el amable saludo de mañana sino una nefasta y soberbia risa sexual.
Nuestro destino en la farándula, como mujeres, no debería ser el requerimiento cultural de satisfacción erótica masculina sino contar con el mismo piso y peso que los hombres que están en la industria del entretenimiento. Urgen más mujeres que puedan dar las noticias sin ser objetivizadas como y por los varones, mujeres que den el clima o que den los deportes si así lo desean o lo anhelan, actrices reconocidas y talentosas que puedan triunfar por sus capacidades sin antes hacer sido cuestionadas o «filtradas» por su cuerpo, reporteras respetadas, columnistas leídas sin ser víctimas obligatorias del mundo masculino.
Kate Millet, dijo que el sexo es una relación de poder en donde la mitad de la población (las mujeres) se encuentra bajo control de la otra mitad (que son hombres). El sexo es poder y el poder te da sexo, pero no debe ser una condicionante para que las mujeres estemos en desventaja. Que el techo de cristal se rompa y la misoginia también. Que el poder lo tengan también las mujeres y el sexo no sea nunca la condicionante para hacer lo que quieras ser. Y recuerda, el sexo no es malo ni nuestros cuerpos lo son. Lo que está mal es seguir vendiendo la idea de que las mujeres son para tu consumo personal y que como producto puedas hacer lo que se te dé la gana con ellas. Las mujeres no somos productos y es tiempo que la industria comprenda que vendernos como cosas es un crimen, aunque para nuestras obsoletas leyes, aún no sea un explícito delito.
Foto intervenida de John-Mark Smith vía Pexels
https://www.pexels.com/es-es/foto/amplificador-de-audio-negro-24069/