Hace un par de días me topé con un video en Tiktok donde un supuesto médico promovía cirugías para rejuvenecimiento vaginal. Una de las gotas que va derramando el vaso de la violencia estética, que cada día es más intrusiva, cínica e impune.
El fin de semana pasado, Gatorade realizó una carrera 15k. En el paquete que le dieron a cada participante se incluían ciertas pastillas para bajar de peso, acompañadas con una cinta de medir. Una marca de bebidas para deportistas de alto rendimiento promoviendo bajar de peso a costa de la salud. Violencia estética 2 – Salud 0
Días antes, en la cuenta de Instagram @JódeteCáncer se compartió la historia de Sandra. Hace algunos años le recomendaron bajar de peso por “salud”. Ella acudió con un bariatra, que la sometió a una dieta restrictiva e ingesta de anfetaminas. Eso no es todo, al alcanzar el peso “deseado”, el médico le dijo que a partir de ese momento tendría que aprender a parecer “tonta” para gustarle a los hombres, porque el cuerpo ya lo tenía.
Por estos mismos días, en la cuenta de la nutrióloga Raquel Lobatón se dio a conocer la promoción de cirugías bariátricas para niños, y así hacerles adquirir estilos de vida “saludables”. ¡Para niños, he dicho! Cirugías que representan una mutilación, son altamente invasivas y de alto riesgo, cuyas secuelas son inimaginables.
En tanto, las cifras nos dicen que, aún con la pandemia, los ingresos de la industria de la belleza van en rápido aumento. Según datos de la agencia de tendencias Kantar, durante el 2020, la industria tuvo un incremento del 6.8%
De acuerdo a cifras de Expo Belleza, este mercado tiene en México un valor superior a los 154 mil millones de pesos. Una cifra nada despreciable. El reporte del INEGI, publicado en septiembre de 2021, señala que los mexicanos gastamos 5 mil 280 pesos al año en nuestro aspecto físico. ¡La belleza cuesta, diría mi abuela!
Hay una industria y una sociedad que nos deja claro que no somos suficientemente bellas (aceptables) para encajar, para tener éxito, para gustar o para tener una pareja. ¿Hay algo más violento que esto?
Violencia estética
Aunque los hombres también lo sufren, gran parte de las víctimas de este tipo de violencia son las mujeres y ninguna se escapa. Niñas, adolescentes, adultas; sanas o enfermas de cáncer a las que se les motiva a reconstruirse con pechos de silicón, que pueden causar enfermedades de las que poco se hablan.
Ninguna nos salvamos de esta violencia que corresponde a una presión desmedida para que consigamos encajar en el cano de belleza dominante, impuesto por una industria patriarcal que sigue pretendiendo usarnos de floreros. No importa si encajar en ese canon supone un riesgo para la salud física y mental.
Esta violencia es especialmente ejercida hacia las mujeres, quienes son las que más se ven presionadas a someterse a modificaciones estéticas invasivas para alcanzar niveles de belleza que, en la mayoría de las ocasiones, son imposibles.
Según el sitio statista.com en 2020 la operación de cirugía estética llevada a cabo con mayor frecuencia a nivel mundial fue la mamoplastia de aumento, de la que se registraron alrededor de 1.6 millones de operaciones. A esta le siguen la liposucción y la blefaroplastia, con aproximadamente 1.5 y 1.2 millones de operaciones realizadas respectivamente. Se calcula que, para ese año, el valor del mercado de cirugías estéticas a nivel global fue mayor a 12 mil millones de dólares.
Parecería que, mientras algunas estábamos preocupadas por no contraer un virus casi mortal, otras personas se veían impulsadas a practicarse una operación estética que las acercara, ilusoriamente, a cumplir con estándares de belleza; sin importar los riesgos propios de pasar por el quirófano y mucho menos los de contraer Covid-19
Y aunque solo se habla de violencia estética recientemente, sabemos que los imaginarios de belleza impuestos, especialmente a las mujeres, han sido históricos. De las venus grecorromanas, a las madonnas medievales, a las venus renacentistas, a los ángeles de Vicotoria’s Secret. Distintos modelos, pero, en la mayoría de casos, su trasfondo es la idea de que la belleza femenina debe ser joven, blanca y delgada.
Body Shaming
Pero qué pasa cuando no cumplimos con esos cánones estéticos. Viene el body shaming.
Es decir, el derecho que todos creen tener para, no sólo opinar sobre tu cuerpo, sino para avergonzarte por no encajar en lo deseado. El body shaming es eso: avergonzar o burlarse de alguien por la apariencia de su cuerpo. Una práctica que podemos sufrir en la vida offline pero que está mucho más extendida en las redes sociales y en la que se señalan constantemente las ‘imperfecciones’ corporales, sobre todo de las mujeres. En nuestro día a día nos dicen o recibimos mensajes a través de muchos canales sobre cosas que “no están bien” de nuestro cuerpo y que “deberíamos” cambiar.
El mundo nos desacredita, nos niega espacios, no exige encogernos a toda costa, deformarnos, ser más bellas, más jóvenes, menos gastadas. Y al ser incapaces de detener el paso del tiempo, la herencia genética, los niveles de la báscula, lo único que merecemos es una letra escarlata que nos exponga a la vergüenza pública.
Foto por Romina Farías de Unsplash