Nuestro género lleva décadas de pedir, solicitar, demandar y…exigir paridad de género en los ámbitos en los cuales mujeres y hombres tenemos la misma capacidad intelectual y, a veces física, para desarrollar nuestras habilidades, capacidades y aptitudes. No obstante, en pleno siglo XXI, son aún muchos los casos en que seguimos esforzándonos más para obtener un trabajo, una nivelación salarial, un empleo bien remunerado, un ascenso e, incluso, alcanzar una posición de liderazgo en los sectores público y privado.
Demandamos equidad de género, pero hay un problema del que se habla poco y se trata aún menos: la competencia DESLEAL y el poco, o nulo apoyo, que existe entre nosotras para ayudarnos y protegernos precisamente porque sigue siendo complicado crecer y desarrollarnos como personas y profesionistas porque todavía vivimos en una sociedad en la que, en diversas áreas, sigue predominando el hombre.
Hablo con conocimiento de causa: en el entorno laboral muchas llegamos con el empeño, conocimiento y experiencia para aportar, solucionar y, por qué no, sobresalir; pero nos topamos con una jefa, directora, etc., que tiene un puesto superior alnuestro, más edad y, aunque tenga más antigüedad en la empresa, escuela, fábrica, etc., se siente amenazada y, entonces,hace todo lo posible para minimizar, bloquear, opacar, nulificar e, inclusive, tratar de que renunciemos.
Cuando no hay paridad de género, la presión y competencia para mejorar, tener mejor sueldo, ascender, etc., puede ser grande y como mujeres sabemos que, literal, nadamos contra corriente. Pero cuando lo anterior ocurre entre mujeres entonces hay retroceso en los derechos y lugares que nos ha constado tanto ganar, obtener y defender.
Mi experiencia personal fue desagradable y frustrante: mi superior era una mujer muy competitiva que me dio la oportunidad de participar en actividades relevantes para adquirir más experiencia y crecer profesionalmente; sin embargo, cuando vio el resultado positivo de mi trabajo, ella cambió mis actividades y me relegó a trabajo de archivo y captura de información. Por casi un año puse varias quejas en el área de recursos humanos; en ese lapso se reestructuró mi departamento y me regresaron a mis actividades originales; no obstante, aunque ya no estaba bajo su cargo, mi antigua jefa impidió que tuviera el ascenso que me correspondía e influyó para que lo tuviera otra persona. Entendí que para ella, yo seguía siendo una amenaza.
En la revista y sitio web Psychology Today, el Psicólogo estadounidense Noam Shpancer establece que existen dos teorías que pueden explicar el comportamiento destructivo que podemos llegar a tener. La primera se refiere a la evolución de la mujer como especie, ya que llegamos a tener las mujeres. La primera establece que por instinto buscamos prevalecer unas sobre las otras para preservar nuestra descendencia (lo mismo ocurre con los hombres). La segunda es el aspecto psicológico y confirma lo que muchas ya intuimos: inconscientemente las mujeres sienten que es necesario ser valoradas por los hombres porque, desde casi siempre, ellos han sido nuestro punto de referencia sobre fortaleza, valor, y logros. Es SU evaluación la que nos hace luchar, competir, amenazarnos, entre nosotras.
Por cuestión evolutiva, nunca será posible que todas las mujeres nos apoyemos, ayudemos y protejamos porque siempre habrá competencia desleal. Sin embargo, estoy convencida de que la única forma en que lograremos cambiar ese comportamientopara beneficiarnos la mayoría es que, primero, debemos ser conscientes de que los obstáculos que nos ponemos entre nosotras sólo nos debilitan e, inmediatamente después, tenemos que crear lazos y redes que nos apoyen para mejorar y superarnos como personas y como profesionistas, madres, hijas y todo lo que queramos ser. Muchos de estos lazos y redes se tejen desde casa y, después, al estar disponibles a escuchar y apoyar a nuestras adolescentes cuando la competencia surge entre ellas.
Apoyo, unión y respeto nos deben hacer mujeres excelentes.
*Para mi madre y mis hijos.