Presas políticas en Nicaragua

Tamara Dávila, Dora María Téllez, Suyen Barahona y Ana Margarita Vijil, cumplen un año en prisión por el supuesto delito de conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional, pero realmente, ellas son víctimas del régimen despiadado de Daniel Ortega

por Arcelia Reyes

Tamara Dávila, Dora María Téllez, Suyen Barahona y Ana Margarita Vijil, cumplen un año en prisión por el supuesto delito de conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional, pero realmente, ellas son víctimas del régimen despiadado de Daniel Ortega.

Todas están en El Chipote, una casa de horrores que sirve como cárcel, sala de juicios y centro de torturas para los nicaragüenses contrarios al régimen; aquí es donde estas mujeres valientes permanecen privadas de su libertad, sometidas a torturas y a los peores tratos.

Su único delito ha sido luchar por un país diferente, con una verdadera democracia con justicia y libertad. Estas aspiraciones justas y legítimas, les han sido bloqueadas por un líder machista que se niega a dejar el poder.

Entre el grupo de presas políticas, Tamara Dávila,es hija de un oficial del Ejército ya fallecido. Su situación es “particularmente preocupante” aseguran sus familiares. Permanece solitaria en una celda de castigo, con puerta de hierro, sin barrotes, y sellada con pernos en la que apenas puede respirar.

Las celdas de Dora María Téllez, Ana Vijil y Suyen Barahona, si tienen barrotes que permiten ver los pasillos, pero están sometidas a luz de bombillos eléctricos las 24 horas del día, sin saber cuándo es de noche y cuándo de día.

Vijil, logra dormir tapándose los ojos con su sostén y abrigándose las manos con un par de calcetines, relata su madre, Josefina Gurdián.

Un juez sandinista sentenció a Suyen Barahona y Dora María Téllez, a ocho años de prisión, a Ana Margarita Vijil, q 12 años y a Tamara Dávila, le fueron impuestos 13 años de cárcel.

En Nicaragua se gobierna de una forma autoritaria donde la ley se impone al dictado del presidente. Daniel Ortega y su esposa, la Vicepresidenta Rosario Murillo, se han mantenido en el poder aprovechando su poderío sobre jueces y legisladores para reinterpretar la constitución y deshacerse de los límites de su mandato y, aunque el fue un guerrillero y actuó para deshacerse de la dictadura anterior, Ortega, se volvió peor que el Anastasio Somoza.

Se repite la historia de una manera agravada en el sentido que el apego de Daniel Ortega al poder, su necedad de perpetuarse ahí y su incapacidad de aceptar que los nicaragüenses quieren una sociedad diferente, está precisamente afianzada del autoritarismo mesiánico que se ha originado en imaginación: su idea de ser un mesías para su pueblo.

Daniel Ortega, como lo ha mostrado la evidencia histórica, es un abusador sexual y un abusador político. De su mal ejemplo, hay algo que cada uno debe asumir como una lección: la coherencia entre la conducta moral, personal, entre lo privado y lo público, es lo único que nos va a garantizar que tengamos los líderes íntegros que nuestros países necesitan.

Definitivamente, la impunidad que favoreció a Daniel Ortega, estuvo acompañada de la complicidad de muchos hombres que en aquel momento trataron tapar su propia naturaleza abusiva. Pensaron que el abuso sexual doméstico era un tema de menor importancia sin advertir que en la personalidad de un ser humano es precisamente la conducta en el hogar el primer reflejo de lo que luego, al ostentar mayores cuotas de poder, se pueden convertir en dictaduras cuyo respeto por la legalidad sea nulo.

Nosotras estamos con nuestras hermanas nicaragüenses que han sido valientes, que se atreven a decir que ya no participaran más en este tipo de políticas, que no favorecerán el encubrimiento y combatirán con su activismo y valentía la dictadura de Ortega. En La Costilla Rota, siempre daremos voz a las que no pueden gritar; esto es por ustedes Tamara Dávila, Dora María Téllez, Suyen Barahona y Ana Margarita Vijil.

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