“No quiero vivirme en resistencia y a partir de la miseria masculina, se trata de construirme y habitarme desde mi amor infinito por las mujeres”
Yolitzin Jaimes Rendón.
Existe ya un llamado y un discurso contundente que las feministas de este país pronunciamos en las plazas, sobre los monumentos de piedra, afuera de las instituciones, en las calles y avenidas; muchas abandonamos las palestras de mármol y sostuvimos un megáfono y una pancarta, gritamos el primer “Ni una mas, ni una más, ni una asesinada o desaparecida más, pero no ha sido suficiente, enardecidas por la rabia, sosteniendo la dignidad, escribiendo los nombres que la miseria masculina nos devuelve en cruces y carpetas archivadas. Nuestras respuestas han sido diversas, la organización colectiva de nosotras ha pasado por un sinfín de expresiones: surgimiento de colectivas de mujeres, performance, canciones, tendederos contra agresores, marchas, mítines, brigadas, iconoclasia, proyecciones, ha sido una marea lavanda que se sigue multiplicando en infinidad de ciudades, ya no solo en las ciudades capitales, ha llegado a las periferias de la periferia, porque si algo compartimos las mujeres y niñas en este país es la sentencia de una masculinidad que reafirma cada vez más su odio por nosotras. ¿Qué pasa con las que se organizan y se cooperan para expresar la digna rabia?, organizadas desde la amora entre mujeres estamos conscientes que no es suficiente, pero que si hay que apoyar a una mujer, a una niña o adolescente lo hacemos porque las instituciones no siempre tienen lo que una mujer agraviada necesita, la violencia feminicida es una realidad insostenible, que se acerca cada vez más a nuestro entorno inmediato. Son las asociaciones o las colectivas quienes acompañan a las familias, son las familias quienes buscan a sus hijas con sus propios medios, no podemos no ver o hacer como que no vemos, a veces nos alejamos de las noticias que muestran esta realidad, pero la distancia no es para siempre, pero la distracción no es eterna. ¿Qué pasa con las que se levantan en protesta? Los hombres se construyeron su historia con dioses y héroes, desde sus púlpitos y salones, a nosotras nos queda el señalamiento, las circunstancias adversas, el cansancio, la persecución, el descrédito, porque no venerar su patria y sus mentiras es un desacato, unas formas que no soportan, que no toleran, porque nos ven como extranjeras del mundo que hicieron a su medida. La munda en la que nosotras creemos es una enredadera que se viene tejiendo desde la voz colectiva, de encontrarse con las otras para decir lo que se piensa, lo que se desea. Nos piden que no odiemos, nos piden conformarnos con las migajas que nos dan, pero la violencia patriarcal cada día apesta más, y con ello, nosotras la desautorizamos, porque ya no nos sirven sus edificios pintados de morado, sus discursos llenos de simulación y sus promesas de justicia, porque la justicia que dan a cuentagotas no regresa a las asesinadas y desaparecidas de este país.
Yo no encontré soluciones ni respuestas, mucho menos un diálogo abierto y ahí fue cuando me consideré afuera de ese sitio que legitima la violencia, que se representa en las instituciones de este país, que sentencia una realidad tan atroz para mujeres y niñas. “Una se puede considerar AFUERA cuando se es capaz de problematizar y revisar todo, sin considerar lugares sagrados e intocables, teniendo la libertad de cuestionar las religiones, sus dogmas y sus libros sagrados, la ciencia, la historia, la filosofía, los partidos políticos, los ritos y costumbres, la medicina, la moral, los amigos, la pareja, la familia, los Nietzsche, Marx, Derrida, Foucault, TODO”. (Pisano, 2004)
En la calle, con las pancartas y los megafonos nos encontramos desautorizando al patriarcado, pero este se regodea y haciendo uso de sus medios, se encuentra en posición de ataque, porque no quiere que toquemos a sus figuras, a sus simbolismos, porque no quiere que se hable de su decandencia, y NOSOTRAS ya no le creemos, no pactamos con el verdugo, no hay Justicia ahí, no hay nada, solo miseria. Esta Marea lavanda que se alcanza a ver en nuestras pupilas, que hoy deslizo entre mis dedos y mis palabras, que levanta olas, que cruje desde el fondo la realidad que hoy nombran miles de mujeres en este país. Estas mujeres que hoy se nombran feministas, que articulan con sus llamados de emergencia, son esa marea lavanda. El camino de la dignidad parece largo, pero no está trazado por ellos, este camino de la dignidad no se detiene ni con sus acantilados, somos un mar que rompe, que toca la tierra y que siembra amora.