El eterno síndrome de la impostora

La confianza en uno misma es algo que se construye todos los días. Como la acuarela, se construye una capa a la vez. No puedes acelerar el proceso

por Azucena Cháidez

Por Azucena Cháidez

La confianza en uno misma es algo que se construye todos los días. Como la acuarela, se construye una capa a la vez. No puedes acelerar el proceso. Uno a uno los comentarios que nos hacen y los que nos hacemos a nosotras mismas. La forma en que nos hablamos o -nos dudamos- en la intimidad de los propios pensamientos, hacen una diferencia en cómo nos presentamos después al mundo.

Esta narrativa interna es en gran medida el resultado de cómo crecimos; lo que escuchábamos y veíamos durante este proceso. Todo esto se va añadiendo; capa tras capa…, creando una imagen, un panorama, sobre quien somos y qué espera el mundo de nosotros. La confianza que las mujeres construimos en nosotras mismas, en contextos profundamente machistas, entra en un terreno complicado cuando no se trata de los roles que tradicionalmente se esperan de nosotras. Y a veces esto resulta agotador. Hay tantos cuestionamientos y expectativas falsas allá afuera y a eso hay que añadir los que viven dentro de nuestras cabezas.

Una se va construyendo dudas durante la vida y algunas de nosotras encontramos difícil superarlas. Una duda y a partir de las dudas toma decisiones y traza caminos, cuestionándonos todos los días si éstos eran correctos. Nos preguntamos entonces si no había otra forma mejor. Si no era otra la decisión. Constantemente dudamos. Dudamos y luego existimos. Dudamos de lo que sabemos de lo que somos y tenemos miedo a equivocarnos y a mostrarnos.

Una y otra vez el error puede ser catastrófico desde una óptica en que la confianza es endeble. Hace tiempo en un estudio que buscaba identificar brechas de género entre hombres y mujeres en el trabajo identificamos un área de diferencia que pertenece enteramente a la percepción: con qué facilidad se solicita o no un incremento salarial. Si bien en el caso de los hombres aproximadamente 6 de cada 10 se decía listo para pedir un incremento salarial, para las mujeres, en 6 de cada 10 casos NO se sentían listas para pedirlo. Y no creo que esto sea coincidencia.

El síndrome de la impostora nace de la duda. Ser impostora implica pensar que me posiciono donde no debería, asumiendo una máscara de quien no soy. Porque no estoy segura de poder serlo. El error se presenta como una amenaza aterradora que no es una posibilidad. Equivocarnos equivale a invalidarnos. Deja de ser un espacio de aprendizaje y crecimiento y se vuelve una amenaza. Equivocarnos no es una opción. Ser llamadas expertas – en el tema que sea- nos hace sentir impostoras: seguro hay quienes puedan decirlo mejor, hacerlo mejor. Se vuelve una batalla interna de la que poco a poco aprendemos a salir victoriosas.

Sentirnos impostoras es una vía para ir superando las dudas. Salir e intentarlo. Aún si dudamos de la suficiencia de nuestras capacidades y conocimientos. Salir e intentarlo. Toma tiempo aprender a confiar en nosotras mismas y desaprender las dudas que la sociedad vierte sobre nosotras de manera constante y velada. Toma tiempo aprender a dejar de vernos como impostoras. Toma tiempo dejar de buscar la validación de otros y buscar la propia. Las capas que lentamente construyen el paisaje.  Entender la propia validación con la seguridad de quien ha crecido con las delicadas capas de reforzamiento en su seguridad, un comentario a la vez, un impulso a la vez. Porque nuestras capas, las que nos construyeron a las mujeres, suelen teñirse de dudas sobre si podíamos ocupar roles tradicionalmente asignados a los hombres. El síndrome de la impostora nace cuando nos decidimos a intentarlo y dudamos de nosotras. Pero su magia está en que un intento a la vez, podemos decidir deshacernos de él. Y confiar en nosotras.

Azucena Cháidez- Directora general de SIMO Consulting

Foto de Ricky Esquivel desde Pexels, e imagen de ivector. Composición LCR

Las opiniones aquí vertidas son responsabilidad exclusiva de su autora y no necesariamente representan la postura de La Costilla Rota.

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