La Caja: techo y paredes de cristal

Cuando nos incorporamos a la vida social, política y económica del país, no sospechamos que tendríamos que lidiar con nuevas formas de confinamiento, ahora en cajas de cristal

por Lourdes López Ayala

Lourdes López Ayala

Cuando se nos abrieron las puertas del encierro entre paredes de adoquín, donde solo podíamos ser hijas, madres, esposas y cuidadoras; cuando nos incorporamos a la vida social, política y económica del país, no sospechamos que tendríamos que lidiar con nuevas formas de confinamiento, ahora en cajas de cristal.

Techos y paredes entre los que hemos tenido que asumir la vida productiva, que nos limitan para alcanzar el pleno desarrollo de nuestras potencialidades e impiden una autonomía económica real.  

El techo de cristal

Concebido desde los años 70, el “techo de cristal” es un concepto limitante en el desarrollo profesional y económico de las mujeres. Éste representa las barreras, estructuras y procesos invisibles que impiden el acceso de las mujeres a los puestos más altos en la jerarquía empresarial u organizacional. Esto no es nuevo, seguro ya lo habías escuchado, pero tampoco es lo único.

Aunque han pasado más de 40 años de que el tema se pusiera sobre la mesa, el techo de cristal permanece en su lugar no obstante que las mujeres, a nivel mundial, hemos alcanzado calificaciones más altas que los hombres.

De acuerdo la Oficina de Actividades para Empleadores (ILO) de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), las mujeres superamos a los hombres en licenciaturas y representamos el 57% de los graduados de maestría a nivel global.

Según el informe La mujer en la gestión empresarial: Cobrando impulso (ILO, 215), aunque la posición de las mujeres ha ido mejorando, todavía existen diferencias en áreas de estudio como ingeniería y tecnología; lo que sigue afectando la colocación de mujeres en lugares de gestión y toma de decisión a nivel empresarial.  

Ciertamente, esto está cambiando, pero el techo de cristal no se acaba de romper. Ello puede deberse a factores como:

Los roles de género en la sociedad y en el lugar de trabajo.
Las culturas corporativas insensibles a los temas de género.
La influencia del “antiguo club de hombres” en las decisiones de promoción.
Las actitudes, aspiraciones y ambiciones de las propias mujeres.

Afortunadamente, en este sentido, estamos fracturando poco a poco ese cielo raso invisible que nos detiene. En general, hay una reserva de talentos creciente, con mujeres con experiencia en la gestión y que aumenta en su participación en puestos directivos.

Las cifras son alentadoras. En México el porcentaje de mujeres en los consejos de administración de las empresas es de 10.9% La cifra es apenas superior a la de 2020, cuando había una participación de 10.7%; sin embargo, aumentó en 4.1 puntos porcentuales desde 2015, cuando apenas había un 6.8% de mujeres. Ello según el estudio The Credit SuisseGender 3000 in 2021: Broadening the diversity discussion.

Paredes de Cristal

Pero no podemos cantar victoria. El mismo informe La mujer en la gestión empresarial… señala que ahora las mujeres vivimos también con paredes de cristal.

La metáfora “paredes de cristal” permite explicar las barreras invisibles que hacen que las mujeres tiendan a concentrarse en ciertas funciones, generalmente determinadas por roles de género. Esta tendencia se sustenta en estereotipos, prejuicios y sesgos inconscientes muy arraigados que suelen vincular a las mujeres con habilidades blandas, asociadas a lo emocional, y a los varones con capacidades técnicas y operativas, vinculadas con lo racional.

Al respecto, la OIT considera que las “paredes de cristal” son estructuras que impiden a las mujeres desplazarse lateralmente a puestos de dirección dentro las vías centrales de los organigramas empresariales.

Mientras que las mujeres están alcanzando puestos de dirección en números crecientes, a menudo están confinadas en ciertos tipos de gestión como la administración, recursos humanos, comunicaciones y responsabilidad social empresarial. Estos se encuentran en los laterales de la pirámide y no suelen llevar a las posiciones superiores de directores ejecutivos y CEOs. Esta realidad fue confirmada por estudios de la Oficina de Actividades para los Empleadores de la OIT en alrededor de 1.300 empresas en África, Asia y el Pacífico, América Latina y el Caribe y Europa oriental y central”. (ILO, 2015)

Es decir, la tendencia todavía muestra que las mujeres se encuentran compartimentadas en funciones gerenciales en áreas como recursos humanos, relaciones públicas y comunicaciones, finanzas y administración y, por lo tanto, solo pueden ascender hasta un cierto punto en la jerarquía organizacional.

En general, suelen ubicarse en puestos donde puedan ocupar un alto nivel, pero que también logren combinar su tiempo con los compromisos familiares y que no impliquen labores de gestión donde los horarios no son regulares, deben viajar, requieren mayor creatividad y menos rutinas; tales como los puestos directivos que se encuentran en los sitios centrales del organigrama típico.

Será necesario que la asignación de tareas para las mujeres contratadas sea manejada con igualdad respecto a los hombres y que no se nos relegue a tareas menos visibles, menos responsables y menos comprometidas. También es importante no dar por sentado que las mujeres no estamos dispuestas a viajar o asumir más o mayores responsabilidades

Y si bien se ha fisurado el techo de cristal, aún quedan paredes por cuartear dejando de asumir nosotras mismas estos estereotipos y roles, pues finalmente ambos conceptos, techo y paredes, son constructos imaginarios que podemos desaprender. No es fácil, por ello hay que nombrarlo y discutirlo.

Te dejo aquí este inicio de conversación, ¡cuéntame cómo lidias tú con esa caja de cristal!

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