Cuando Virginia Wolf nos hablaba de la habitación propia, no sólo se refería al espacio físico en el que las mujeres pudiéramos resguardarnos para la práctica de la escritura o cualquier otra actividad privada de nuestra preferencia; especialmente hablaba de la autonomía económica.
Pero, como entonces, la brecha económica para las mujeres sigue siendo un gran obstáculo para el pleno goce de nuestros derechos y de ese cuarto propio que es nuestra autodeterminación.
Al respecto, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) define la autonomía económica de las mujerescomo la capacidad para generar ingresos y recursos propios a partir del acceso al trabajo remunerado en igualdad de condiciones que los hombres (2019). Una meta que, por mucho que se haya tratado en foros públicos, no logramos alcanzar.
En el último informe global de la Brecha de Género emitido por el Foro Económico Mundial, México ocupó el lugar 124 de 153 países en el rubro de participación y oportunidades económicas entre mujeres y hombres (2019).
De acuerdo con el INEGI, hasta julio de 2020 se reportó una tasa de ocupación del 34.7% en mujeres, en contraposición al 71.8% en hombres. Además, del primer trimestre de 2020 al segundo de 2021, en 17 entidades federativas el índice de mujeres que transitaron hacia empleos informales fue mayor al 50%.
Esta brecha se acentúa cuando hablamos de inclusión financiera; qué tanto las mujeres pueden acceder a productos y servicios financieros.
Inclusión financiera, la otra brecha de género
Que las mujeres podamos tener autonomía económica también depende de la capacidad que se tenga de acceder a una cuenta bancaria, un crédito o un seguro de vida. Y en ese rubro, a nuestro país también le queda mucho por trabajar.
Recientemente, la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) dio a conocer la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF) 2021. En ella podemos reconocer, ciertamente, pequeños avances en el acceso de las mujeres a servicios financieros; pero también la brecha que aún existe con respecto a los hombres.
Hoy en día todavía prevalecen diferencias entre hombres y mujeres en el acceso y uso de servicios y productos financieros; aún peor, el porcentaje de mujeres que no tienen acceso a por lo menos un producto financiero es alto en comparación a otros países similares en América Latina1.
No obstante, hay evidencias que señalan que mejorar la inclusión financiera de las mujeres puede ayudar a reducir la desigualdad de género, pues permite que las mujeres tomemos control de nuestras decisiones sobre cómo administrar nuestros recursos tanto materiales como de tiempo, que tengamos acceso a bienes duraderos e inversiones productivas, que nos permitan incrementar la productividad y los ingresos.
Sin embargo, las cifras ponen en evidencia una realidad tangible, de acuerdo a la ENIF 2021, el 74% de las mujeres reportaron tener o haber tenido algún producto financiero, inferior al 82% reportado por los hombres. Aunque ha habido avances en la materia, todavía estamos 8 puntos porcentuales por debajo de los hombres.
Buenas noticias
Ciertamente, la brecha continúa, pero se hace cada vez más delgada en ciertos rubros. A pesar del rezago histórico por parte de las mujeres, los datos de la ENIF 2021 muestran un avance en su participación en el mercado de crédito formal y en losproductos de captación (ahorro), con respecto a 2018.
La tenencia histórica de cuentas de las mujeres pasó de 57% a 60%, mientras que en el caso del crédito formal la proporción pasó de 41% a 46% entre los dos últimos levantamientos. En contraste, la tenencia de seguros entre la población femenina se redujo de 31% a 25% en el mismo lapso, una caída superior a la reportada a nivel nacional de menos 3 puntos porcentuales (pp).
En los últimos años, las mujeres se han beneficiado de las políticas de inclusión financiera que se han venido incorporando en el sector. Pero no podemos dejar pasar que, en muchos casos, tanto los ingresos como la administración y ahorro de éstos, están vinculados con prácticas informales. Factor que pone en desventaja a las mujeres, puesto que no es lo mismo la seguridad y el rendimiento que brinda una cuenta de ahorro asegurada por el Instituto para la Protección al Ahorro Bancario (IPAB), que la tanda vecinal, por ejemplo.
Sí, hay mujeres que se procuran un ingreso, ahorra y buscan la inversión; pero no en todos los casos tienen acceso a la formalidad. Una razón importantes es que no siempre se cuenta con la oferta de servicios y productos acordes a sus necesidades o de fácil acceso.
Productos financieros para mujeres
Al respecto, en días pasados la CNBV dio a conocer el Diagnóstico de la incorporación de la perspectiva de género en el quehacer de las entidades financieras en México, en éste se contemplan estadísticas respecto a la oferta actual de productos destinados a las mujeres.
El documento publica los siguientes datos:
Hablar de la inclusión financiera con enfoque de género desde las instituciones públicas y contar con estadísticas de acceso público, nos ayuda a visibilizar el tema del que poco se habla en los medios; pero que significa una herramienta fundamental para la autonomía económica de las mujeres.