Por Vanessa Pons Majmut
El tema de las mujeres como parte de organizaciones criminales, abarca muchas áreas de estudio que debieran ser parte de políticas públicas de los países, lo cual pocos o en forma deficiente lo abordan, focalizando los recursos financieros y humanos, en la detención y castigo, en el caso de las mujeres vinculadas al crimen organizado, la pregunta es cómo hacemos prevención.
Esta simple palabra tiene mucha fuerza en todas las áreas que impliquen la seguridad interior de los países, y adquiere mayor relevancia al leer investigaciones que abarcan la temática, y desmenuzan las variables que advierten de la problemática que llevan a que las mujeres decidan en forma voluntaria o presionadas por motivos económicos, sociales, familiares, u otros, a pertenecer a organizaciones criminales.
Brevemente haremos el alcance que la mujer que ejerce el delito común se diferencia de las que pertenecen en forma permanente o esporádica a organizaciones criminales o pandillas; la dos últimas se distinguen de la primera, porque se someten a jerarquías criminales, siendo en lo general el eslabón más bajo, siendo denigradas como persona, mujer, madre; y como se señala en la interesante investigación “Mujeres, políticas de drogas y encarcelamiento”,² “En Argentina, Brasil y Costa Rica, más del 60% de la población carcelaria femenina está privada de libertad por delitos relacionados con drogas. Muchas de ellas tienen poca educación, viven en condiciones de pobreza y son responsables del cuidado de personas dependientes –niños/as, jóvenes, personas de mayor edad o con discapacidad.”
Lo anterior evidencia una necesidad por parte de las mujeres de generar recursos para mantener a su familia, vulnerabilidad aprovechada por organizaciones criminales de narcotráfico, trata de personas, trabajadoras sexuales y otros.
Otro causa que lleva a que las mujeres ingresen al mundo criminal, es por lazos familiares como se señala en la investigación “Mujeres y Crimen Organizado en América Latina: más que víctimas o victimarias” ³, aludiendo que “ un informe reciente de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) y el Ministerio de Justicia de Colombia indica que el 53,4 por ciento de las mujeres entrevistadas en prisiones colombianas entre 2018 y 2019 tuvo por lo menos un familiar condenado por algún delito, usualmente sus parejas sentimentales (38 por ciento), hermanos (20 por ciento) u otros familiares (42 por ciento). Dichas cifras sugieren que un número importante de las mujeres que participan en actividades de crimen organizado son compañeras, madres, hijas y hermanas capacitadas por hombres, lo cual reitera y refuerza un rol subordinado en el mundo criminal.”
Lo que refuerza que las mujeres como parte del crimen organizado, realizan labores menores, excepto en el caso que se denomina como “vacío de poder”, cuando el líder de una organización fallece y queda la pareja liderando al grupo, como se señala en el texto “Mujeres y Crimen Organizado en América Latina: más que víctimas o victimarias” ⁴, enfrentándose a una estructura patriarcal.
Los antecedentes señalados muestran parte de un amplio universo que enfrentan las mujeres en el mundo criminal, un camino que comienza antes de ingresar a las organizaciones, donde muchas piensan que resolverán los problemas de nulas oportunidades, arrancando de familias abusadoras, relacionándose con la pobreza, violencia, abusos de índole sexual y delitos, el cual se presenta a través de familiares, o en los barrios, donde algunas son reclutadas desde pequeñas.
Aspectos que nos hablan no solo de prevención del delito, también de protección de la niñez, de la mujer, de la vulnerabilidad de la pobreza, de la falta de oportunidades y por ello, la prevención debe abordar la prevención social, siendo el primer peldaño en prevenir el delito, siendo una necesidad inmediata el trabajo multidisciplinario.
Expuesto lo anterior, recordamos los movimientos feministas que han emergido y generado grandes convocatorias, exigiendo derechos de la mujer, los cuales son necesarios, pero se extraña que la exigencia del derecho de la mujer, no incluyera los derechos desde niñas, a un entorno protegido, con educación, respeto, dignidad, principios que están ausentes cuando somos testigos del abuso de niñas y niños en Centros de Protección a la niñez, la prevención nunca es tarde, pero indudablemente que una intervención temprana ayudará a que el camino a tomar por las niñas o mujeres, sea otro.
Notas al pie
1. https://www.oas.org/es/cim/docs/WomenDrugsIncarceration-ES.pdf. Revisión 18.04.22.
2. Mujeres-y-crimen-organizado-en-América-Latina-más-que-víctimas-o-victimarias_InSight-Crime.pdf. Revisión 19.04.22.
3. Mujeres-y-crimen-organizado-en-América-Latina-más-que-víctimas-o-victimarias_InSight-Crime.pdf. Revisión 19.04.22.
4. https://www.ciperchile.cl/2019/07/02/el-brutal-informe-de-la-pdi-sobre-abusos-en-el-sename-que-permanecio-oculto-desde-diciembre/. Revisión 19.04.22
Artículo publicado en el 5to boletín colaborativo de Amassuru
La opinión de la autora no compromete la posición institucional de Amassuru
Foto de Aldo Murillo desde Getty Images Signature, Composición LCR
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