LaCostillaRota. 25 de abril, 2025.- En una época donde el reconocimiento científico para las mujeres era una ardua batalla, Ilse Rosenthal-Schneider desafió las convenciones al forjar una carrera excepcional en la intersección de la física y la filosofía. Su legado perdura no solo por sus profundas reflexiones, sino también por su incansable esfuerzo por democratizar el conocimiento científico.
Nacida en 1891 en el seno de una familia judía en Brandeburgo, Alemania, Rosenthal-Schneider aprovechó una coyuntura histórica crucial: la apertura de las universidades alemanas a las mujeres en 1909. En la efervescente atmósfera científica de Berlín, estudió física, filosofía y griego antiguo, asistiendo incluso al primer curso sobre relatividad impartido por Albert Einstein.
Esta experiencia marcó el inicio de una fructífera relación intelectual con Einstein, así como con Max Planck y Max von Laue. Rosenthal-Schneider entabló con ellos un valioso intercambio epistolar, explorando las profundas implicaciones filosóficas de sus avances científicos, especialmente en lo referente al papel del conocimiento en la comprensión de la naturaleza. De Einstein, recordaba su «extrema modestia» que facilitaba un diálogo abierto y enriquecedor.
Su interés se centró en la «nueva física» –el estudio de las partículas atómicas y subatómicas– y su conexión con la filosofía. ¿Cómo traducir a conceptos comprensibles la revolucionaria idea del continuo espacio-tiempo de Einstein? ¿Eran las ecuaciones matemáticas representaciones de una realidad física profunda o meras herramientas teóricas?
Para abordar estas interrogantes, Rosenthal-Schneider recurrió a la filosofía de Immanuel Kant, cuyo pensamiento parecía eclipsado por los nuevos descubrimientos. Ella argumentó que Kant ya había establecido intuiciones fundamentales sobre el tiempo, el espacio y la causalidad, esenciales para la percepción de los fenómenos geométricos.
Su tesis doctoral, defendida en 1920 y posteriormente publicada, sostenía que la teoría de la relatividad de Einstein no solo era compatible con la filosofía kantiana, sino que constituía un ejemplo concreto de su argumento sobre la base perceptiva del conocimiento científico.
Con el objetivo de continuar su investigación y obtener la habilitación docente, Rosenthal-Schneider se dedicó al periodismo científico, manteniendo un estrecho contacto con sus mentores y manteniéndose al día con los avances en física teórica. Fue una época en la que la filosofía de la ciencia comenzaba a consolidarse como una disciplina académica.
Sin embargo, Rosenthal-Schneider observó con preocupación cómo este campo se distanciaba del público general. Su convicción de que la reflexión científica debía trascender los muros de la academia la impulsó, especialmente tras su exilio a Australia en 1938, huyendo de la persecución nazi.
En Australia, a pesar de las dificultades inherentes a su condición de mujer, refugiada y judía, Rosenthal-Schneider se integró rápidamente en la Universidad de Sídney. Demostrando un notable dominio del inglés, impartió conferencias públicas que evidenciaban su habilidad para comunicar ideas complejas de manera accesible.
Lejos de limitarse al ámbito académico, se involucró en un proyecto universitario pionero que buscaba llevar el conocimiento científico a las comunidades rurales de Australia. A través de los medios de comunicación locales y eventos públicos, fomentó un diálogo colectivo sobre el impacto de la ciencia en la reciente Segunda Guerra Mundial. Sus visitas y elocuentes discursos fueron ampliamente cubiertos por la prensa local.
Paralelamente, Rosenthal-Schneider continuó explorando las preguntas filosóficas que la habían inquietado en su juventud, centrando ahora su atención en la física cuántica y sus implicaciones en la causalidad, la percepción y el conocimiento. Para ella, estas reflexiones eran un componente esencial del pensamiento científico.
En 1980, a los 89 años, publicó su obra más significativa y reconocida en inglés: «Realidad y Verdad Científica: Discusiones con Einstein, von Laue y Planck». En este libro, exploró las fronteras entre la física y la filosofía, abordando temas como las constantes universales, la naturaleza de la sustancia, la realidad física y los límites del conocimiento.
Ilse Rosenthal-Schneider falleció en Sídney en 1990, a la edad de 98 años. Su trayectoria ejemplifica la tenacidad de una mujer científica que, a pesar de los obstáculos, realizó contribuciones significativas a la filosofía de la ciencia y luchó por acercar el saber científico a la sociedad, dejando un legado imborrable como puente entre la reflexión filosófica y los avances de la física moderna.
Nota realizada con información de Mujeres con Ciencia
Foto Ilse Rosenthal-Schneider (1949). Wayne State University Press.
Portada de su tesis. Archive.org.