Por Wendy Figueroa Morales
Hoy les invito y me invito a compartir reflexiones convencida de que la conversación, el diálogo y el intercambio de sentires y saberes es fundamental para seguir avanzando en el camino a favor de una vida plena, digna, libertaria y libre de violencias machistas, abro el diálogo con la convicción violeta de que solo juntas podemos tumbar al patriarcado.
Ese patriarcado que está en quien votó para que un agresor no perdiera su fuero, ese patriarcado que está en quien al recibir una denuncia de una mujer la culpa o la minimiza, ese patriarcado que:
- Fomenta estereotipos de género que limitan las oportunidades y los derechos de las mujeres en todos los ámbitos.
- Reproduce relaciones de poder que perpetúan las desigualdades y la discriminación contra las mujeres.
- Normaliza y tolera el acoso, en lugar de reconocerlo como una violación de derechos.
- Invisibiliza las necesidades de las mujeres en situación de violencia, como el acceso a la justicia integral, atención a la salud mental, a los derechos sexuales y reproductivos, a los refugios, etc.
- Perpetua la complicidad fomentando que el machismo se manifieste sin cuestionamientos en todos los ámbitos y espacios.
Desde el movimiento amplio de mujeres y desde el feminismo se ha buscado creativamente la manera de poder visibilizar y nombrar al patriarcado, como la analogía de los “lentes violetas” que se popularizó en los años noventa, la cual describía cómo las personas pueden ver el mundo a través de una perspectiva feminista al ponerse esos lentes, lo que les permite identificar y cuestionar las desigualdades de género y las estructuras patriarcales.
Recuerdo cuando en mis años de universitaria abrace esta frase de los “lentes violetas” realmente fue un gran aporte para mi formación personal y académica. A través de esta metáfora, pude comenzar a ver el mundo desde una perspectiva crítica, reconociendo y cuestionando las normas y expectativas sociales que se nos imponen, así como a acompañar a otras personas a ponerse las “gafas” o los “lentes violetas”.
Después esta analogía se replicó en diversos espacios privados, gubernamentales, de comunicación, académicos, etc. Una replica que en muchos casos no tenía congruencia con los hechos o las acciones de quienes hablaban de “tener puestas las gafas o los lentes violetas”.
Desde mi esencia disruptiva, esta situación comenzó a generar en mí una resistencia feminista hacia el uso de esa analogía. Quiero aclarar que hablo desde mi experiencia personal, sin juzgar ni cuestionar a quienes continúan utilizándola. Tras reflexionar sobre mi resistencia, comprendí lo que me generaba resistencia: los lentes son objetos que puedes poner y quitar a voluntad; mientras las personas decidan usar los “lentes violetas”, podrán identificar al patriarcado y todas sus manifestaciones. Pero cuando optan por no hacerlo, continúan perpetuando acciones que lo sostienen, ejemplos hay muchos.
Desde hace ya más de 10 años abrazo la analogía de tener una “mirada violeta”, esa que es única y te acompaña siempre.
Para mí, la diferencia entre usar lentes violetas y tener una “mirada violeta” es significativa. Los lentes como ya lo comenté, son objetos que puedes poner y quitar como te plazca, pero la mirada es un enfoque que se convierte en parte de nuestra identidad. Y justo, el feminismo no es un accesorio que te pongas y te quites, es una ideología que transforma nuestra forma de ver el mundo, una forma de vivir que nos atraviesa y que una vez que la adoptas, nos acompaña en cada paso, estará siempre contigo en todos los ámbitos de tu vida, para seguir cuestionando al patriarcado, señalando y reconociendo las violencias machistas.
Esta “mirada violeta” implica un pensamiento, un lenguaje, una corazona violeta y un constante proceso de deconstrucción patriarcal personal.
Adoptar una “mirada violeta” significa que el feminismo se vuelve parte de nosotras. Nos empodera para desafiar las normas establecidas, para construir un mundo más justo, igualitario y libertario. Una “mirada violeta” invita a incorporar al feminismo en nuestra vida cotidiana. Es un viaje que nos invita a reflexionar, a aprender y a crecer.
Apropiarnos de nuestra mirada, de nuestros ojos como nuestro propio territorio es un acto de resistencia y de autonomía. Cada voz que se alza, cada historia que se comparte, y cada mirada violeta que se adopta son semillas de rebeldía y libertad que germinan y juntas florecen… Tal vez si todas las personas que habitamos esta universa tuviéramos “una mirada violeta” el pacto patriarcal se eliminaría, ¿tú que opinas?
Imagen creada con IA por LCR