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Liderazgo femenino: entre el mandato patriarcal y la resistencia feminista

por Aideé Aguilar Esquivel

Por R. Aideé Aguilar Esquivel

El mandato patriarcal y los estereotipos de género han reproducido la idea de que si las mujeres toman decisiones por sí solas, se les señala de “mandonas” pero cuando los hombres hacen lo mismo, son vistos como “líderes”.

La realidad es que el liderazgo femenino, históricamente, ha sido penalizado, bajo la narrativa de ser “insubordinadas”. Pensemos en las mujeres que tienen alguna posición de poder, generalmente son etiquetadas como “mandonas”, mientras que los hombres en roles similares, reciben elogios por ser “líderes naturales”.  Como ya mencioné, esto es resultado de un patriarcado que dicta y establece límites rígidos sobre quién puede liderar y hasta cómo hacer.

Retomando a Simone de Beauvoir, en El segundo sexo nos dice que las mujeres han sido construidas como “el otro”, como un objeto secundario que existe solo en función del sujeto masculino. Notemos que esta alteridad, se traduce en el día a día como estereotipos  que determinan la ambición y el liderazgo/autoridad como cualidades exclusivas masculinas. Mientras que asignan a la sumisión y la empatía para las mujeres.

Entonces, cuando una mujer asume un rol de poder, desafía esta narrativa fundacional y se convierte en un blanco de rechazo social. De tal manera, que el patriarcado refuerza la división más que simbólica sino práctica: el hombre lidera, la mujer sigue.

Sin embargo, es necesario ya romper con esa idea y práctica violentas que solo benefician al género masculino. A propósito de género, desechemos a la idea equivocada que el género es innato, es decir, no es algo con lo que nacemos, sino que en realidad son un constructo social, algo que nos enseñan y repetimos constantemente. En “El género en disputa”, Judith Butler nos detalla sobre esta idea.

Siguiendo con lo anterior, la sociedad ha llegado al absurdo de que las mujeres que lideran dejan de ser “femeninas”, con todo lo que esto implica, por ejemplo, ser conciliadoras y discretas, entre otras cosas. Debemos cuestionarnos qué es y qué implica la feminidad.

Ahora bien, en el momento en que estas mismas mujeres actúan con firmeza, las sanción es inmediata: se les llama “agresivas”, “antipáticas” o, peor aún, “mandonas”. No se cuestiona la autoridad masculina porque se percibe como algo natural. Cabe destacar que autoridad y liderazgo son totalmente diferentes y, en este momento, estamos usando  estamos hablando de toma de decisiones, de autonomía, etc. Adicionalmente, la feminidad, en cambio, es constantemente puesta en duda.

Lamentablemente, el patriarcado también ha introyectado en las mujeres y por ello, a menudo críticas y deslegitiman a otras mujeres en posiciones de poder. De ahí la necesidad de mantenernos informadas y desarrollando el pensamiento crítico feminista, para no caer en estas practicas misóginas. Recordemos que  si hay una mujer en una posición de poder, siempre es juzgada por su género, a diferencia de los hombres. Incluso, a pesar de que hoy en día vemos algunas mujeres que ocupan puestos de poder, todavía es todo un reto romper  “el techo de cristal” es decir, que tengan acceso a cargos de liderazgo.

Recordemos que al vivir en un sistema capitalista,  a las desigualdades por género, les sumamos las desigualdades estructurales. Bell Hook menciona que mantener a las mujeres fuera del poder no solo es un acto patriarcal, sino también una estrategia económica. Porque si una mujer es líder,  no solo desafía las normas de género, sino también la lógica del mercado que, encuentra su fuerza en la explotación de sus trabajo subordinado.

El rechazo hacia las mujeres líderes no solo es una cuestión de percepción individual, es en realidad una herramienta política. Ya que al cuestionar, descalificar y ridiculizarlas, perpetúa la idea de que su lugar está en la obediencia, de que no son inteligentes y no tiene liderazgo. Este discurso no solo daña a las mujeres en el poder, sino a todas aquellas que aspiran a cambiar las reglas del juego establecidas que provocan desigualdades y violencia

En otro momento abordaré la importancia de que las mujeres estén en puestos de poder, que sean líderes; aunque el idea sería que tuvieran conciencia de género y no reproduzcan practicas patriarcales, pero como ya dije, será para otro momento.

Para concluir, cambiar esta narrativa y practicas, no es una tarea menor. Implica confrontar siglos de adoctrinamiento patriarcal, de practicas misóginas; implica educar sobre las dinámicas del poder. Tengamos presente que la resistencia comienza cuando llamamos al liderazgo, no autoridad, por lo que realmente es: una capacidad humana y no una característica masculina.

 

 

Imagen creada con IA por LCR

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