México, entre la lealtad institucional y la estructura profunda

por Alicia Mejia Gómez

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Por Alicia Mejia Gómez

El 21 de junio, en un hecho sin precedentes, una mujer fue referida como la futura comandante suprema de las fuerzas armadas, la aseveración estuvo a cargo de quien fue designado, posteriormente, como próximo Secretario de Marina.

Otro hito se vivió el 11 de septiembre cuando Claudia Sheinbaum saludó solemnemente a toda la fuerza armada permanente (Ejército Fuerza Aérea, Armada y Guardia Nacional) a la cual ha dirigir durante los siguientes seis años para preservar la soberanía y el Estado de Derecho.

A esto se suma la decisión de que sean mujeres cadetes, quienes brinden su seguridad en la ceremonia de toma de protesta como presidenta de México. Además, no puedo dejar de lado el desfile conmemorativo de la independencia de México donde fuimos testigos de la presencia de agrupamientos de infantería, caballería motorizada y blindada integrados completamente por mujeres militares.

Todos estos hechos contienen una gran carga simbólica para las fuerzas armadas mexicanas que aún deben esperar un par de décadas para tener una candidata a una Secretaría de Estado que les represente. Es decir, para ser titular de la SEDENA, es indispensable que la o el candidato, sea General de División, en ese orden deberá tener formación en la rama de arma y fue a partir del ciclo lectivo 2021-2022 que se autorizó el ingreso de mujeres a los cursos de formación de oficiales en este ámbito. A esto se suma la reforma legislativa de 2024, que modifica la Ley Orgánica del Ejército y la Fuerza Aérea Mexicanos para incorporar el lenguaje inclusivo en los requisitos que debe cumplir quien pretenda encabezar la secretaria de estado.

Entonces, podríamos aseverar que la elección de la primera presidenta de México nos brinda una realidad en la cual los sesgos de género han quedado rebasados por la lealtad institucional, en especial en el caso de los militares quienes por disciplina y la doctrina que les caracteriza, atienden a una lógica de respeto y subordinación más allá del género.

¿Pero realmente es así? En este espacio no me referiré los desafíos que enfrenta nuestra presidenta electa desde el punto de vista político, bajo los cuestionamientos del protagonismo de la SEDENA en la administración saliente y una creciente presión de las organizaciones civiles para democratizar a las fuerzas armadas, más bien me centro en una mujer que ha roto el techo de cristal y recurro a la teoría y los estudios organizacionales de género para visibilizar los desafíos que existen y es altamente posible que no sean visibles.

Rao y Kelleher (2005) en su ensayo ¿Hay vida después de la incorporación de la perspectiva de género?, inyectan una gran dosis de realismo al apuntar que la igualdad de género todavía tiene que desplazar otros valores importantes en la toma de decisiones, y ellos tienen que ver con la existencia de una estructura profunda en las organizaciones, un conjunto de valores que aceptan ciertas líneas de pensamiento como “normales” con una alta carga de sesgos de género que resultan imperceptibles, pero definen comportamientos y actúan como un freno para las mujeres y la generación de políticas de igualdad.

La estructura profunda se alimenta de esos sesgos de género que están en la psique de varias generaciones educadas en un orden tradicional de género androcéntrico; en los que, a pesar de aceptar y observar como “novedoso” el liderazgo femenino, en lo más profundo existen creencias que califican duramente a las mujeres por encima del estándar que evalúa a los hombres, que esperan comportamientos de las lideres basados en estereotipos de género.

Entonces, cuando la presidenta de México tenga esa interlocución directa con generales y almirantes (hombres) para dirigir la política fundamental de Estado, que involucra la seguridad nacional, la disposición de la totalidad de la Fuerza Armada permanente o una eventual declaración de guerra (Articulo 89 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos), ¿la lealtad institucional aplastará la estructura profunda?, la parte oculta del iceberg que Rao y Kelleher asemejan a esta dinámica en la que flotan los sesgos de género.

Además de que Claudia Sheinbaum es la presidenta electa más votada en la historia democrática de México, con más de 35 millones de votos, y que en consecuencia su fortaleza social y respaldo de la ciudadanía es evidente, al referirnos a la lealtad de las fuerzas armas no podemos negar la centenaria disciplina y consistencia que ha mostrado el ámbito militar desde con el reconocimiento del papel que jugaron los cadetes del heroico colegio militar durante la marcha de la lealtad que arropó a Francisco I Madero para respaldar al poder Ejecutivo ante la sublevación de generales retirados en 1913, esta gran distinción y reconocimiento al jefe de Estado como comandante supremo (a) de las fuerzas armadas, ha valido que en México no han tenido lugar ningún intento de golpe de estado como ha acontecido en otros países como Chile, Argentina y Venezuela.

Para ser optimista, lo que México esta por vivir es una oportunidad sin precedentes de demostrar cómo la lealtad institucional puede jugar un papel a favor de eliminar los sesgos de género, ello no significa que nuestra Presidenta tenga un camino terso, como cualquier mujer que se mueve en el ámbito de seguridad deberá desarrollar una estrategia personal, a partir del reconocimiento del entorno en el que está posicionada, que es muy alto y amplio, la reivindicación de un liderazgo cercano con una gran dosis de conocimiento en materia de seguridad, arriesgar decisiones que puedan reflejar el alto grado de valor y empatía con las fuerzas armadas y finalmente la convicción y sororidad con su género.

Aun cuando las mujeres en las fuerzas armadas no ocupan, en su mayoría, cargos de liderazgo y no estarán sentadas en la mesa de las reuniones de seguridad, tendrán altas expectativas para que su comandante suprema transforme la realidad y obstáculos que todavía surgen para las mujeres militares desde lo más profundo del iceberg en las relaciones laborales.

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Somos una red de mujeres que trabajan temas de Seguridad y Defensa en América Latina y el Caribe (ALC), creada para promover el trabajo de las mujeres en el área, además de facilitar la visibilidad y los espacios de discusión en la región. Juntas, somos mucho más poderosas, por eso creemos que es central crear una red entre nosotras, en un área como la de seguridad, en la cual hemos sido segregadas históricamente. Somos una red independiente y apartidaria de mujeres que trabajamos en diversas áreas, incluyendo la investigación, la docencia, el trabajo directo en políticas públicas y prevención, el periodismo, las ONGs, los gobiernos nacionales y locales, así como en organizaciones internacionales y la academia, entre otras áreas. La red de Amassuru está enfocada en la seguridad en el sentido amplio, englobando temáticas de seguridad ciudadana, seguridad humana, seguridad internacional y justicia.

 

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