Por Gudelia Delgado

El 16 de diciembre del año 2021, la Real Academia Española incorporó el término “cisgénero” a su diccionario para definirlo como el adjetivo “para una persona que se siente identificada con su sexo anatómico”.

Diseccionemos la definición: ¿quién es una persona que se “siente identificada” con su “sexo anatómico”? No hay una respuesta contundente puesto que no hay un significado para una “identificación sentida”, o sea ¿qué es sentirnos identificadas? Lo ignoro; la identificación es una cuestión subjetiva y no es inherente a las y los seres humanos. Ahora bien, ¿qué es el “sexo anatómico”? Pues según el mismo diccionario de la RAE, el sexo es la “condición orgánica, masculina o femenina, de los animales y las plantas”, en tanto que anatomía es la “constitución o disposición de un ser vivo o de alguna de sus partes”, visto así, el término “cisgénero” alude a una persona que se “siente identificada” (cuestión que permanece indefinible) con su condición orgánica (masculina o femenina) de ser vivo/a.

En conclusión, parece que “cisgénero” define a aquellas personas que se identifican con ser mujeres u hombres, según su sexo; y aquí surgen más dudas que certezas y queda clara su sinrazón, puesto que no nos identificamos con ser mujeres u hombres, simple y sencillamente somos mujeres u hombres. Yo no me identifico como mujer, ¡soy una mujer! Y esa realidad material nada tiene que ver con mis “sentimientos de identificación”.

Empero, si el término “cisgénero” es innecesario y perverso, ¿por qué su existencia e institucionalización? Pues resulta que el psiquiatra y sexólogo alemán Volkmar Sigusch lo introdujo en el año 1991 bajo el argumento de si “ya existían las ‘identidades trans’, también debía existir un modo para nombrar a las personas que se ‘identifican con la asignación del sexo’ al momento de nacer’”. ¿Se observa lo tendencioso y falso del término? El sexo, definido líneas arriba por la RAE, es la condición orgánica masculina o femenina; repito, es una condición o-r-g-á-n-i-c-a, presente en nuestro ser y que no es asignada cuando nacemos, sólo es verificada.

El prefijo “cis” proviene del latín que significa “de este lado”, mientras que el prefijo “trans” significa “al otro lado”, o sea que, en resumidas cuentas, la creación e institucionalización de lo “cis” surge para determinar lo que no es trans, y en ello nada tiene que ver que no estemos conformes con el género, que es un constructo social impuesto a nuestros cuerpos sexuados.

Las feministas somos las primeras inconformes con el género, porque no estamos dispuestas a vivir sometidas por el patriarcado a través de los roles y estereotipos que validan la opresión que padecemos y el privilegio del que los hombres gozan; ¿ello nos convierte en “trans” o en “no cis”? ¡No! Ello nos convierte en feministas abolicionistas del género.

No validar el término “cis” es un posicionamiento político feminista, puesto que nos queda claro que no es un debate de palabras, sino una imposición ideológica transgenerista y el transgenerismo es una ideología masculinista.

Seguimos siendo nosotras, las mujeres, las relegadas a lo más bajo de la pirámide social, porque el único “progreso” que actualmente se vislumbra es haber pasado de una sociedad androcentrista a una transcentrista.

 

GUDELIA DELGADO MEZA

 

Foto de Valentin Supronovich

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