Mujeres y crimen organizado: Desarmando el constructo mujeres en el narcotráfico latinoamericano

El crimen y la criminalidad toman como antecedente bases sumamente patriarcales que exotiza el papel de las mujeres en organizaciones criminales, porque suele ser tendencioso para el imaginario colectivo de la feminidad tradicional, y porque brinda herramientas para agudizar el ojo punitivo con el que se enjuicia a las mujeres

#MujeresEnSeguridad #Amassuru

Por Alejandra Vianey Galván Rodríguez

Históricamente la figura de las mujeres en la actividad criminalidad ha sido encasillada como más peligrosa que la de los hombres. Lombroso en su obra “La mujer delincuente; la prostituta y la mujer normal” apuntaba desde un pensamiento patriarcal que las mujeres criminales eran más despiadadas que los hombres a través de un determinismo biológico inexacto que no consideraba cuestiones psicológicas o sociales- por supuesto, menos desde el análisis de género-. Este pensamiento se ha replicado en el patriarcado en la historia y cultura a través de la criminalización agudizada y ensordecedora hacia las mujeres que se remonta al desprecio del papel de Lilith, o de Eva. El crimen y la criminalidad entonces toman como antecedente bases sumamente patriarcales que exotiza el papel de las mujeres en organizaciones criminales, porque suele ser tendencioso para el imaginario colectivo de la feminidad tradicional, y porque brinda herramientas para agudizar el ojo punitivo con el que se enjuicia a las mujeres criminales atribuyendo a sus características estereotipos de género como la emocionalidad, y la naturaleza biológica patriarcal, que parte de la antropología criminal en la teoría tradicional del delito.

En América Latina, el panorama parece ser desalentador respecto a la cantidad de estudios que se enfocan a la criminalidad femenina, pues la mayoría de la producción en materia de criminalidad pone como figura referencial a los hombres como actores principales de la criminalidad, lo que supone un menor aterrizaje y exactitud en el análisis de las mujeres que participan en actividades delictivas, o que al analizarlas sean desde la criminalidad androcéntrica, que no toma en cuenta herramientas propias del análisis crítico con perspectiva de género.

El crimen organizado y el género al aterrizarlo al estudio de las mujeres, ha sido un tema que se ha focalizado principalmente al uso y consumo de la narcocultura, y en relación a la construcción de género binario (masculino/femenino) al interior de la cultura del narco, el enfoque que se emplea es binario: su relación a la instrumentalización/ sexualización de los cuerpos de las mujeres a través de la narcoestética de la figura de la buchona o a través de su rol dentro de las organizaciones criminales, de la romantización de las mujeres en la cultura del narco a través de mujeres empoderadas de la delincuencia organizada que tienen atribuciones propias de una lógica patriarcal enraizada.

Es común encontrar que las mujeres que son nombradas, mujeres del narco sean mujeres que son sexualizadas, tanto la buchona como la narcotraficante no salen de los parámetros androcéntricos del deber ser de la feminidad tradicional. Son mujeres que detentan el poder en la figura del empoderamiento en una estructura desigual de género, puesto que las bases estructurales del género siguen siendo desiguales, sin embargo, este empoderamiento romantiza la figura de la mujer narcotraficante con aparente igualdad que equipara al de sus símiles: poder económico, poder político, con la variante de belleza.

Sin embargo, la participación de las mujeres en el narcotráfico no queda excluido al binarismo popular que parte de la mujer de la construcción hipersexualizada de las mujeres buchonas o de las mujeres que llegan a ser cabeza en la economía del crimen organizado, ambas glorificadas a través de su función para los fines de consumo y reproducción del narcotráfico. Se encuentran las raspachinas que también colaboran con el narco a través de la cosecha y plantación de cocaína en América Latina. Estas mujeres proveen labores de cuidados y de recolección que son fundamentales para el proceso productivo del narco, sin embargo, son el eslabón al que menos se asoma la cultura pop del narco, los medios de comunicación o la academia. Las jornaleras, pese a ser enclave para el negocio del narco son las voces y agencias más invisibilizadas de la cadena productiva porque suponen ya no sólo el género, la raza, sino también la clase al análisis tradicional y hegemónico del estudio de los roles de las mujeres del narcotráfico.

Las cocineras al igual que sus compañeros, están presentes en los laboratorios del narco, sumamente expuestas a la violencia a su alrededor, pero también sujetas de las condiciones estructurales que suponen ser mujer latinoamericana y vivir en el umbral de pobreza. Las mulas que suponen también un elemento importante para el sostenimiento de las actividades delictivas del narcotráfico como transportistas de la droga, que es muy conveniente para el narco puesto que levantan menos sospechas, y parten de la diferencia sexual y la corporalidad de las mujeres biológicas. Las finanqueras, las halconas y las reclutadoras también son mujeres que tienen una desventaja considerable en la mercantilización de la droga, puesto que ellas tienen un alto riesgo de ser detenidas, cuentan con una amplia restitución de los cargos que lideran, y suponen un medio inscrito en una lógica de consumo, es decir, que son consideradas en torno a su valor servil para los fines del narcotráfico, el patriarcado y el capitalismo. Pero que son ampliamente descartables de forma diferenciada a los hombres del narco, porque se les objetiviza como adquisición para los objetivos, uso y consumo del crimen organizado.

Las mujeres están presentes en todos los procesos y niveles de la producción de droga, como jornaleras, cocineras, mulas, finqueras, o halconas. Y el reconocimiento a la actividad que proporcionan al narco es en mayor medida omitido por suponerlas mujeres que no glamourizan la vida de lujos, que no comercializan la vida de la mujer que es instrumentalizada por el narco a través de medios coercitivos para su reclutamiento, o de aquellas que no llevan la vida de la figura romantizada que es descrita en narcocorridos, o a través de las narcoseries, ya que no son rentables para la cultura del narco a manera de softpower que produce un impacto estratégico en la construcción identitaria del crimen organizado.

A manera de conclusión, podemos reflexionar que las actividades y la participación de las mujeres en el narco son tan diversos como sus motivaciones para involucrarse en estos entornos, es necesario destacar su capacidad de agencia para desmitificar la concepción binaria, exotizante y prejuiciosa de las mujeres en el narco que las encierra como víctimas/ victimarias en un entorno mayoritariamente masculinizado, donde impera el patriarcado y capitalismo. Por otro lado, también es muy importante resaltar la función táctica que supone su feminidad moldeada para los fines de la narcocultura, puesto que su sexualización constante y la romantización de las vidas de las mujeres del narco, parten de una división sexual del trabajo muy marcado, que transversaliza desde la buchona y hasta a la raspachina. Finalmente, como en otras organizaciones criminales que no son exclusivas de las redes del narcotráfico, el acercamiento a este tipo de actividades delictivas en el marco de la Seguridad Internacional, resultas muy enriquecedoras de analizar para poder atender desde la prevención, y la toma de agendas de seguridad que tomen en cuenta la participación y perfilación de las mujeres en la actividad criminal.

 

Bibliografía

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Foto de MART PRODUCTION de Pexels. Composición LCR

La opinión de la autora no compromete la posición institucional de Amassuru

Artículo publicado en el 5to boletín colaborativo de Amassuru

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Somos una red de mujeres que trabajan temas de Seguridad y Defensa en América Latina y el Caribe (ALC), creada para promover el trabajo de las mujeres en el área, además de facilitar la visibilidad y los espacios de discusión en la región. Juntas, somos mucho más poderosas, por eso creemos que es central crear una red entre nosotras, en un área como la de seguridad, en la cual hemos sido segregadas históricamente. Somos una red independiente y apartidaria de mujeres que trabajamos en diversas áreas, incluyendo la investigación, la docencia, el trabajo directo en políticas públicas y prevención, el periodismo, las ONGs, los gobiernos nacionales y locales, así como en organizaciones internacionales y la academia, entre otras áreas. La red de Amassuru está enfocada en la seguridad en el sentido amplio, englobando temáticas de seguridad ciudadana, seguridad humana, seguridad internacional y justicia.

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