Por Maricela Gastelú
Hace pocos años, la industria de la moda presentaba sus diseños para cada temporada del año y teníamos básicamente dos momentos para comprar ropa: primavera-verano y otoño-invierno. Sin embargo, y de acuerdo con el documental “The True Cost” ahora tenemos 52 temporadas al año. Cada semana presentan nuevos modelos y la publicidad se empeña en decirnos que lo tenemos que comprar. Lo anterior, ha hecho que nuestro consumo se dispare 400% más de lo que hace 10 años se compraba.
Además, esta imposición de género para que las mujeres tengamos que “comprar ropa para vernos siempre bien” “comprar maquillaje para vernos más jóvenes” “comprar maquillaje con los colores de temporada” “comprar joyería de moda” “comprar tacones que haga juego con las bolsas y los cinturones” “comprar cremas para evitar la edad” “comprar…comprar…y comprar…” es un juego perverso del sistema patriarcal para que las mujeres nunca tengamos dinero para lo que realmente cuesta.
Me refiero a tener nuestra propia casa, nuestro propio auto, nuestra cuenta bancaria con suficiente dinero, pagarnos nuestros estudios, poner nuestro negocio, pagar seguro de gastos médicos mayores, etc. Todo eso, que es realmente valioso, no puede ser obtenido por la mayoría de las mujeres en el mundo porque la publicidad está creada para empobrecernos principalmente a las mujeres mediante la trampa de la moda.
La cantidad de catálogos de zapatos y ropa, la ropa rápida de marcas como Shein o los precios muy baratos de ropa en Amazon, hacen que compremos pensando “es muy barato” “no lo puedo desaprovechar” pero esta cadena de consumismo de la moda rápida genera que entremos en un círculo vicioso que explota a mujeres y niños en países en vías de desarrollo, que dañe irreversiblemente al medio ambiente, que enriquezca estúpidamente a los dueños de las empresas textiles y que a nosotras, las mujeres del mundo, nos mantengan en pobreza.
Hay muchos estudios que establecen la relación entre el consumismo y las enfermedades mentales como la depresión y la ansiedad, porque compramos de la misma manera en que comemos comida chatarra, buscando satisfacción breve de nuestros vacíos y problemas.
Por eso, tenemos que unirnos y pelear. Así como salimos a marchar a las calles y como denunciamos cada vez más abusos y acoso. Hoy, tenemos que sumarnos a otra lucha, a la de dejar de consumir ropa o zapatos. La próxima vez que estén por comprar esa blusa que seguramente terminará sin usarse y estará colgada incluso con la etiqueta puesta, mejor tomen la decisión de ahorrar ese dinero y guárdenlo para ustedes mismas.
Se sabe que esto no aplica de manera transversal para todas las personas que encuentran en estas opciones las únicas alternativas económicas para adquirir una indumentaria que en verdad necesitan en este sistema que ha precarizado todo, pero es importante que las que no están en esa circunstancia dejen, y dejemos ya de ser omisas e indolentes.
Foto de Africa Images