Alice Ball, la joven química que dejó huella en el mundo científico

por La Costilla Rota

Alice Ball, nació el 24 de julio de 1892 en Seattle, Washington, la tercera de cuatro hijos. Varios miembros de su familia eran fotógrafos, entre ellos su abuelo, J.P. Ball, Sr., uno de los primeros afroamericanos en Estados Unidos que aprendió el arte del daguerrotipo, la primera forma efectiva de fotografía. Es fácil imaginarse a la joven Alice, observando el complejo proceso de daguerrotipo durante su infancia y desarrollando su interés por la química.

A principios de los 1900 pasó allí sus años de instituto y se graduó en Química Farmacéutica por la Universidad de Washington. Sin embargo, volvió a la Universidad de Hawái y allí se convirtió en la primera mujer y en la primera afroamericana en obtener un título de máster en 1915.

La Universidad de Hawái la contrató como profesora de Química, y de nuevo fue la primera mujer y la primera afroamericana que obtuvo ese puesto. Además, fue en este momento cuando comenzó el trabajo por el que sería recordada muchos años después.

A principios del siglo XX la lepra se propagaba con rapidez, causando un gran problema de salud pública, no había solución, se aislaban a los enfermos y eran llevados a la leprosería de Kalaupapa.

Los tratamientos habían evolucionado ligeramente gracias al aceite de chaulmoogra, una sustancia derivada de las semillas de un árbol tropical de hoja perenne. Cuando el aceite se aplicaba sobre la piel o se tomaba por vía oral o intravenosa, los pacientes con la enfermedad de Hansen observaban cierta mejoría, pero los resultados eran incoherentes. También sufrían efectos secundarios molestos, como náuseas y abscesos subcutáneos.

Ante este escenario Ball, empezó a investigar una cura para la enfermedad de Hansen, más conocida como la lepra, una enfermedad infecciosa que afecta a la piel, los nervios y las mucosas. Un tratamiento ideal sería una solución elaborada a partir de los principios activos del aceite que pudiera inyectarse sin efectos secundarios. Así que, Hollmann, pidió ayuda a una profesora de química del College of Hawái (ahora Universidad de Hawái) cuyo trabajo le había dejado impresionado.

Alice Augusta Ball, pronto dejaría huella en la historia de la medicina, culminando en un tratamiento para la lepra que se emplearía durante más de dos décadas.

Por desgracia, Ball, no tuvo la oportunidad de publicar sus hallazgos, pues murió a los 24 años. Tuvieron que pasar 90 años para que la Universidad de Hawái reconociera su trabajo.

 

Foto: https://sciencewarsdotcom.files.wordpress.com/2018/03/alice-ball-2.jpg

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